Friday, November 28, 2008

ER

Habían pasado varios minutos desde que el doctor hizo sus pruebas de rutina en mi garganta. El recipiente de plástico que sostenía cuidadosamente en mis manos, había contenido sólo flemas y saliva durante mis primeros minutos en el hospital, pero ahora también contenía sangre: densa y oscura -- parecía una especia de concentrado. La luz del cuarto era muy brillante, no me sentía en ninguna película o programa de televisión. Escupí una vez más sangre. Otra vez más sangre a mi recipiente. Levanté la cabeza y recordé que tenía mucha hambre,  ese día sólo pude comer medio plátano licuado en la mañana y un cuarto de sopa de chícharos a mediodía -- dieta similar a la de mis dos días anteriores. Escupí una vez más sangre, esta vez un rojo menos oscuro, pero más brillante -- aunque mi recipiento color verde militar la tornaba púrpura a contra luz. Eran las 8 de la noche y no había podido tomar más de medio vaso de agua: ese fue mi razonamiento para acudir a emergencias: No podía pasar otro día más sin comer o beber y contanto los minutos para tomarme otra pastilla para calmar el dolor. Escupí otra vez. Pero esta vez mi respiración cambió. Ya no sentía el dolor de garganta, sino un miedo y una frustración de impotencia. ¿Qué estaba haciendo mal?

Mi sudor se volvió frío en menos de cinco segundos y mi mundo empezó a sacudirse. Ya sabía lo que continuaba. Luché internamente por controlarme como nunca lo había intentado antes. Diez segundos después seguía consciente, bañado en mi propio sudor-- pero consciente de que aún tenía control de mi cuerpo. No me desmayé. A veces me olvido que mi cuerpo es tan importante como mi mente. Sin cuerpo no hay cabida para mis ideas.

Después de más de tres horas en el cuarto de emergencias y gracias a los excelentes cuidados de muchísima gente que conocí durante el proceso, pude salir caminando del hospital y fueron dos felicidades las que me invadieron en ese momento.
  1. Pude tomar un vaso de agua por mi mismo. La importancia de ser independiente.
  2. Durante cinco horas hubo un amigo haciéndome compañía -- alguien que se comunicó muchas veces durante todos los días que me sentía mal hasta que en el momento adecuado acepté su ayuda. La importancia de tener personas en quién apoyarte.



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