Me siento juzgado e intimidado por la señora de la limpieza del trabajo. ¿Por qué? Porque me mira como si le interrumpiese su trabajo precisamente cuando no está trabajando y siento que es porque siente que yo la juzgo. ¿Y saben qué? Sí lo hago.
No sé quién decide la carga de trabajo de cada empleado de limpieza, pero recuerdo muy bien que en mi pasado edificio, la gente de la limpieza la traían al remolque. En varias ocasiones platiqué con ellos (eran de El Salvador) y era muy específico el tiempo que debían tardarse para terminar cada piso. Sin embargo, esto no sucede en mi compañía actual.
Esta señora recoge la basura de cada oficina. En raras ocasiones, también aspira. Normalmente llega a eso de las 6:30 PM - 7:00 PM y para eso de las 8:00 PM se acuesta en uno de los sillones del lobby a hablar por teléfono. Durante el pasado mes, hubo varios días que me tuve que quedar tarde, y era mucho más cómodo trabajar desde la oficina, que desde mi casa, así que fui testigo de estas escenas.
Lo peor era que cuando pasaba cerca de donde ella estaba para ir por café o para ir al baño, me veía como si la estuviese interrumpiendo en su llamada telefónica. La verdad, hasta coraje me daba. A veces, se esperaba hasta que ya no me viera para seguir hablando y lo peor es que ni le entiendo, debe de hablar un idioma del este de Europa.
¿Por qué me pongo a pensar en este detalle tan insignificante? Porque no me siento cómodo trabajando tarde y tener que cuidarme de no interrumpir a la señora que se la pasa o comiendo en el sillón o hablando por el celular. No sé. Será que en mi mente pienso que si se tiene tanto tiempo libre, lo debiera utilizar para algo de provecho. Aunque bueno, yo no sé si este sea su tercer turno y en realidad ya no tenga que trabajar y sólo esté esperando que alguien le de un aventón a su casa.
Mientras tanto, no me gusta que me vea con la cara de pocos amigos que tiene y que me siga con la mirada.
Monday, July 16, 2007
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