Saturday, March 31, 2007

Abrazos

El día finalmente llegó. La mudanza se había llevado todos mis muebles, incluyendo mi cama. Esa última noche no quise dormir en el sofá, elegí el suelo. ¿Nostalgia? Posiblemente. En cuestión de minutos ya estaba dormido.

Al levantarme y bañarme, empecé a bajar las últimas cajas con comida y todo aquello que ya no cabía en mis maletas. Después de subir y bajar el elevador por seis veces, el carro ya estaba repleto. Eran las 11:00 AM y mi casa ya no tenía restos de ser mi casa. Poco a poco se fueron borrando las anécdotas que viví entre esos muros. Al resanar los agujeros de las paredes, lentamente se cubrieron las últimas marcas de mi paso por ese espacio. Es increíble que un poco de yeso y pintura puedan evaporar tantos recuerdos.

Entregué las llaves al nuevo inquilino y me fui. Fue un adiós sin compromisos, sin sentimientos, con buenos deseos que no son más que palabras que aprendemos a decir por educación, pero huecas a final de cuentas. Tenía tiempo de sobra para mi última despedida. Salí a contemplar el paisaje. El cielo era azul y los árboles lucían blancos y rosas. Tomé el camino largo, no tenía prisa en apresurar el momento.

La oficina postal fue mi primera parada. Debí haber cambiado mi dirección dos semanas atrás, pero ahí me encontraba haciéndo el trámite horas antes de partir. No fue hasta ese momento que me di cuenta que el cambio era definitivo, que no estaba tomando vacaciones, que en esta ocasión no iba a regresar. Y así, ante lo inevitable, ya no me pude aguantar más y empecé a llorar. Lloré por saber que una parte de mí se quedará siempre en esa ciudad. Lloré por darme cuenta que aprendí a ser libre y a ser quien soy en esa ciudad. Lloré por irme, pero lloré aún más por no quedarme.

Después de la comida, una caravana de dos autos y 4 personas fueron a despedirme al aeropuerto a mitad del día. Bromas, fotos y sonrisas abundaron durante el trayecto, pero la máscara se derrumbó en el último instante, y los abrazos lo dijeron todo. Abrazos llenos de miedo por la incertidumbre del futuro, abrazos tan fuertes por la incapacidad de hacer algo más por retener al ser querido. Abrazos tan apretados para disminuir la distancia entre dos personas. Abrazos que recordaré por mucho años, y lágrimas que aún derramo al recordarlos.

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